Cuando empecé en 1986 a desarrollar mi labor en el sector del sonido profesional en el que, por cierto, el lenguaje era primordialmente analógico, nunca imaginé la evolución – o, mejor dicho, revolución – de la que iba a disfrutar.
En el transcurso de estos años, uno de los aprendizajes más necesarios que he integrado no es más que un reflejo práctico de la famosa teoría darwinista, y es que el continuo progreso tecnológico sólo acepta a aquellos que tienen predisposición para aprender y adaptarse al medio: a la velocidad, al dinamismo, a la flexibilidad, a la reinvención permanente… Aquellas especies que no evolucionan tienden, sin duda, a desaparecer. Y, para mí, esta ha sido la verdadera clave motora, en todos los sentidos, durante todo este tiempo.
En el momento actual en el que nos encontramos, con perspectiva y experiencia, e intentando comprender los movimientos del sector y las tendencias de los fabricantes, definitivamente considero que esa adaptación sincera y alineada que rige la evolución, requiere de una actitud por parte del distribuidor mucho más enfocada en el servicio al cliente: en un asesoramiento, soporte, atención y escucha presentes y proactivas para, así, ofrecer soluciones posibles ante las necesidades y dificultades planteadas por, como dice un buen amigo, “estos maquinillos del demonio”.
Años atrás, el mundo exigía una globalización, una expansión, un salto por encima de las barreras que clamaban ser los límites que los territorios necesitaban. Ahora, en cambio, mi sensación, mi olfato, me habla de una necesidad distinta. Existe un anhelo profesional por la cercanía, la colaboración, la interdependencia, por tejer un nosotros que sume más allá de la transacción y que nos recuerde algo fundamental en nuestro sector, y es que, no olvidemos, trabajamos al servicio de algo verdaderamente trascendental y mágico… El sonido.
«One good thing about music, when it hits you, you feel no pain.» – Bob Marley